Immaterial Matter
Otra vía de investigación visual que representa una manera distinta de abordar el hecho creativo lo propone el joven creador Yosmán Botero. Si el cuerpo de trabajo presentado por Ana González gira en torno al territorio, al contexto, a las contingencias de la historia reciente colombiana, a la naturaleza como metáfora de renovación individual y colectiva. Entonces, el conjunto de obras que integran Immaterial Matter trabajan sobre la noción del vacío desde una perspectiva que intenta construir vínculos con ciertas reflexiones sobre la cultura occidental contemporánea en general y sobre el propio campo del arte en particular.
La principal apuesta que elabora Yosmán Botero se construye sobre el carácter autoreflexivo de su proposición estética. Se trata, de asumir el arte como una práctica que intenta reflexionar críticamente desde las propias fronteras del arte, el arte que toma la propia experiencia artística como terreno problemático para su representación. Por tanto, podemos claramente percibir en estos trabajos el uso consciente de la apropiación como una estrategia para propiciar un llamado a los actores e instituciones del propio campo del arte como escenario para la construcción y articulación de sentidos.
De esta forma, nombres como: Caravaggio, Rauschemberg, Yoshitomo Nara, Leonardo Da Vinci, Keith Haring, Murakami y la cabeza de Nefertiti que se encuentra en el Museo de Berlín, comienzan a formar parte de una serie de representaciones que tienen como propósito elaborar un sistema crítico, autoreflexivo, donde el espectador resulta interpelado en una especie de juego de espejos, al clásico estilo de Velásquez en las Meninas. No obstante, ahora construido no mediante la experiencia fenomenológica, sino por el contrario apelando a una pragmática formal, donde destaca la mecánica semiótica, la ironía, la síntesis discursiva del comic y el uso de la estética pop.
El espectador ─ahora representado─ participa como personaje inscrito en el contexto de la obra pero levitando en el vacío de sentido, de esta manera acaba por constituirse en la medida de la propia referencia estética, la banalidad del sí mismo que no accede a la posibilidades de la diferencia: de lo otro y del otro. Por tanto, anula toda pretensión ética y estética a través del despliegue de lo sensible. Sobre esta condición de la contemporaneidad, en el marco de esta renuncia sensible, la serie Immaterial Matter despliega su arsenal crítico.
Mediante este trabajo el espectador como objeto de representación traspasa las fronteras del espacio acordado tradicionalmente para él, se convierte en objeto representado y adquiere el rostro de obra de arte. Sin embargo, éste se erige como ilusión, diseccionado en planos queda reducido a una naturaleza espectral, un holograma desfigurado que muestra la levedad de los discursos propios del arte contemporáneo y del contexto que los auspicia anclados en los referentes tautológicos y narcisistas del espejo.
El vacío se constituye en la inmaterialidad del sujeto que mediante su mirada otorga sentido al arte, allí gira la intencionalidad explícita del artista. La existencia, aquella premisa del estar en el mundo, adquiere una estructura de simulacro. Es decir, un estar en el mundo como apariencia. Lo interesante es que no se muestra el vacío como tragedia o como una experiencia de desarraigo existencial. Hablamos, entonces, del vacío como una proposición cabal. Aquí un signo de los tiempos que corren la pérdida de la conciencia de lo humano y su sensibilidad, el vaciamiento cabal, sin desgarramiento, ni caidas.
Lo agónico se hace transparente, no quedan huellas de signos trágicos, no se promueven evidencias de desarraigo. La experiencia estética y su potencial crítico se desvanecen en la inmaterialidad de un sujeto alienado, insensible y por tanto carente de deseo. Estas series de pinturas proclaman un humanismo desencantado propio de los tiempos actuales, discurren en la fronteras del pequeño relato. Yosmán Botero esboza una crítica a la incapacidad del arte para traspasar las propias fronteras que lo contienen. Prisionero, tal vez de la hiper-especialización y del agenciamiento institucional y de la trasmutación del signo como valor de estatus en el contexto del mercado, estas representaciones pretenden propiciar una mirada reflexiva sobre lo que el artista describe como: “la crisis de la experiencia estética contemporánea”.
Gerardo Zavarce
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